
“Ya no eres poeta. Ahora eres una mujer en una cama y un metal en el pecho.” escribe —La mujer—. El cuerpo que posee está siendo envenenado. Ella es yo, ella es la otra, ella es nadie. Todas se reconocen en ese paisaje herido. En esa geografía, las palabras se desplazan en múltiples dimensiones —el más allá de la vida, el más acá de la muerte— y las voces que la habitan se tensan en el daño, el duelo y la lectura. Sobre su nuevo cuerpo se yerguen otros cuerpos: Ajmátova, Cornejo, Dickinson, Plath, Portal, Tsvetáieva. Es la poética de las sobrevivientes.”

El libro, un texto en prosa poética, de Victoria Guerrero recibe su impulso y fuerza de un hecho doloroso y traumático: la muerte de la madre de la autora. Narrar y reflexionar sobre la vida que expira en el ser querido, su muerte inminente, las decisiones afectivas que repercuten en el cadáver, las lógicas funcionales –carentes de “humanidad”– del sistema de salud, las relaciones familiares, nos lleva a discutir sobre los roles culturales que administran el cuerpo y sus imaginarios de género; puntualmente, sobre el deber ser trinitario: madre, esposa, hija. En este sentido, la inquietud de que nuestro cuerpo no nos pertenece. Nuestro cuerpo, tan solo una estadística; constituye, en definitiva, otro modo de modo de nombrar los dominios de “la muerte”.
A partir de una escritura fragmentaria y personal —una escritura del yo impudorosa y a la vez autocrítica de su estrategia formal biográfica—, nos invita a dialogar en términos culturales, políticos y personales sobre la muerte, el dolor, el aborto, la maternidad. Este diálogo reflexivo está acompañado de ideas filosóficas e imaginarios teratológicos (como es el caso del intertexto ficcional que se urde en torno a la figura de Mary Toft: “la mujer que parió conejos en el siglo XVIII”), y de una serie de imágenes y elementos gráficos.
Cabe destacar que el título Y la muerte no tendrá dominio de Victoria Guerrero fue postulado por la filial del sello editorial FCE en Perú para el Concurso de Estímulos Económicos del Ministerio de Cultura. La obra se hizo merecedor al estímulo económico para su publicación.

Berlin / Victoria Guerrero Peirano
«En un mundo de abdicaciones, la peruana Victoria Guerrero ha decidido seguir haciendo una poesía de la resistencia. Observadora en los 90, en la comparsa de escritores sin obra que se creían unos iluminatis de los avernos callejeros del Centro de Lima, Guerrero estrangulaba cisnes, dedicándose al difícil arte de apuñalar todo intento de convertir a la literatura en un oficio vano, elitista, artificioso, (solamente) bello o autocomplaciente. Era, en principio, una manera casi secreta de existir –escribir como se podía, como se sabía, lejos del mandato–, faltaban años para que la autora se convirtiera en la terrorista de género que es ahora. El año pasado fundó junto a otras el Comando Plath, un colectivo feminista de mujeres de la cultura cuyo lema no podía ser otro que: “Escribimos, existimos”.
Berlin –redactado en el vértice de una escritura que lleva ya 25 años– representa en su obra la introducción de nuevas coordenadas en las que marginalidad y centralidad se intercambian todo el tiempo. Pero también el esfuerzo por descarnar el lenguaje, por situarse, por no conformarse. Por acercarnos el vía crucis de su cuerpo que es el cuerpo de todas, a veces forzado, a veces hueco, a veces estéril, a veces lívido, a veces morado, a veces enfermo, muchísimas veces agotado. Y activar en nuestro interior una subjetividad en permanente estado revolucionario.»
Gabriela Wiener

Sobrevivir al azar. Sobre “Un golpe de dados” de Victoria Guerrero, por Carlos Yushimito
Afirma Lucho Chueca en el prólogo de esta novela que Un golpe de dados «da cuenta de una batalla que culmina en la recuperación de la voz»; esa refriega que verbaliza la pérdida de los miedos, íntimos y colectivos, configurando una voz testimonial que tiene mucho de curación psicoanalítica. La novela entonces rompería de alguna manera la densidad de las profundidades líquidas de la memoria y se echaría al aire, luego de un difícil tránsito, como una burbuja sobre la superficie del agua. La idea, por supuesto, me parece pertinente, aceptando también que esa recuperación de la voz es, asimismo, un llamado a imitar el acto. En ese proceso, en ese gesto, añadiré, hay también mucho de liberación existencialista (al menos, del modo sartreano): liberada en la náusea, la angustia propia del ser es expelida por el sujeto (en este caso Nadja, la protagonista), encaminándolo hacia la responsabilidad de sus acciones. Íntimamente sugiere el texto, por lo tanto, una política de la enunciación y de la palabra, lo que además de otorgarle una coherencia interna a su discurso, da cuenta de la coherencia orgánica que posee la obra integral de Victoria Guerrero. Sigue

Documentos de barbarie
“Creo que lo que cambió considerablemente mi poesía fue mi estancia fuera del país, en Estados Unidos”, entrevista con Victoria Guerrero Entre otros libros, la escritora Victoria Guerrero Peirano publicó hace unos años dos libros muy interesantes Documentos de Barbarie. Poesía 2002-2012 (2013) ―volumen que reúne tres libros publicados por separado con anterioridad, constituyendo, a partir de ahora lo que podríamos considerar una trilogía compuesta por: Ya nadie incendia el mundo (2005) & El mar ese oscuro porvenir (2002), Berlín (2011) y Cuadernos de quimioterapia. Contra la poesía (2012)―; así como la novela Un Golpe de Dados (novelita sentimental pequeño burguesa) (2015) uno de los primeros trajines de la poeta en el ámbito de la narrativa. Acaba de publicar por el Fondo de Cultura Económica el poemario En un mundo de abdicaciones (2016). Vallejo & Company comparte una interesante entrevista de Gilbert Ndi Shang con la poeta. Sigue
Berlin
Victoria Guerrero Peirano: “La literatura solo es posible, en mi caso, si va al nervio” Por Gabriel Ruiz Ortega Dueña de una obra poética a considerar, en la que sobresalen El mar, ese oscuro porvenir y Ya nadie incendia el mundo, Victoria Guerrero Peirano nos entrega el consagratorio Berlin (Intermezzo Tropical, 2011). Sobre esta publicación, conversé con la autora. – Luego de leer tu poemario Berlin, me quedó claro que la indignación es su principal tópico, a veces de manera patente y otras latentes. En este sentido, pienso que es todo un logro, ya que los recursos que usaste te permitieron canalizarlo hacia versos y poemas de gran alcance. – Parece que la palabra está de moda, ¿no? El movimiento de los indignados, ciudadanos que protestan más allá de posiciones políticas de izquierda o derecha. Es bien interesante, porque se ha llegado a un punto en que no se aguanta más, pero me pregunto si se puede estar más allá de eso, si hay alguna otra salida, porque la ideología está acechando permanentemente, y salir de ella es solo una apariencia. Más que indignación, yo diría que se trata de una posición, es decir, de alguna manera, hay un intento por desenmascarar la parafernalia de los discursos con los que nos construimos –o nos construyen- de una forma teórica e intuitiva al mismo tiempo. Quiero decir que no todo está en los textos: la vida es un componente importante de este libro, y la vida se vive más allá de la teoría, se subvive –para usar un término de Rodrigo Lira- como se puede, y, en ocasiones, con una creencia febril en la honestidad. Eso es pura alma. Quizá, la pura indignación la encuentres tú por allí.
Sobre cuadernos de quimioterapia
Acabar con la poesía / incendiar el mundo
(Sobre Cuadernos de Quimioterapia de Victoria Guerrero)
La escritura de Victoria Guerrero, que probablemente culmina un ciclo con este Cuadernos de quimioterapia (contra la poesía), se ha ido forjando a partir de una serie de experiencias que relacionan su quehacer poético con una práctica comunitaria. Lo que significa que su poesía está cargada de experiencia colectiva y de una política cotidiana que compromete toda sus demás actividades: como escritora y activista, como artista y mujer. Desde Ya nadie incendia el mundo, su escritura propone una poética que revela la unión entre lo personal y lo social, entre la intimidad y la sensibilidad de grupo. Una ética de la acción que no es otra que la conciencia de que esa subjetividad febril que la posee responde, también, a esa realidad que se le trata de imponer y con la que disiente día a día. Y que se va gestando en esta suerte de fábrica colaborativa de deseos donde se colectiviza la estética y la disconformidad.